Sunday, November 22, 2009

Momentos de debilidad en la lucha por no tener auto

Es cierto. La primera cosa que me compré cuando tuve un trabajo "decente" fue un coche. Y con él, diversos dolores de cabeza. Porque lo amaba, porque me preocupaba dejarlo en la calle, porque estacionarlo en la Ciudad de México es casi imposible, porque los estacionamientos, pensiones, lavados de autos, servicios, seguros, refacciones, adornos, etc. son carísimos, porque al menor rayoncito yo ya no podía dormir pensando que era una mala "dueña", porque cuando me fui a estudiar la Maestría no había terminado de pagarlo, porque lo "regalé" a mi mamá, quien terminó de pagar las mensualidades, porque estando en Suiza lo extrañaba mucho a momentos, porque en muchos otros era feliz de no tener coche.

Por todo eso y por lo mucho que contaminan los coches, decidí que iba a intentar vivir sin uno. Sí, vivir la Ciudad de México sin coche. ¡Uff! Así como lo oyen. Sí, realmente podríamos decir que estoy loca, indaptada, esquizoide, ¿completamente desubicada? No lo sé... ¿han visto la cantidad de coches que hay ya en la Ciudad? ¿Se han dado cuenta que la mayoría de ellos lleva solamente un pasajero? ¿Se han puesto a pensar en toda la contaminación que generan los embotellamientos? Rayos. La verdad es que no me gustaría traer un coche más al mundo. No a ese mundo.

¿La solución? Igual o peor de difícil, estresante, incoherente y, sobre todo, insufrible: ser una usuaria regular del transporte público. Ahora, por favor no me malinterpreten. Yo soy la fan #1 del metro y definitivamente NO nací en un coche ni quiero depender de uno por el resto de mis días. Simplemente creo que mis experiencias con el transporte público realmente me han hecho reconsiderar mi decisión de no tener un auto propio. 

Y es que uno realmente no puede dejar de sentirse mal cuando, en primera, el "chofer" de la unidad ni siquiera hace alto total para que subas; cuando tienes que pagarle ahí mientras te balanceas y esperas tu cambio; cuando te tienes que recorrer hacia atrás con el camión avanzando, la gente que te mira, los miles que no te ceden el lugar; cuando caes graciosamente (siguiendo los movimientos trepidatorios del piso del camión) sobre un asiento duro como piedra y deforme, que lastima el trasero; cuando tienes que chutarte las obras maestras completas de los Tigres del Norte y similares, a todo volumen y "bailar rítmicamente" al compás, porque todo el camión tiembla; cuando haces 6 veces más tiempo en el camión que en tu coche.... TU coche.... hermoso, con aire acondicionado, música que te gusta, sin olor a gasolina (por nombrar uno de los olores en los camiones), que te lleva hasta tu destino final.

Y entonces realmente surge una encrucijada.... comprar o no un auto. Actualmente, el problema es sencillo de resolver: no tengo dinero para un auto, así que seguiré usando el transporte colectivo. ¿Por cuánto tiempo? Buena pregunta... creo que dependerá de mi sueldo. Ya veremos.

Por lo pronto, estoy totalmente orgullosa de mis 15 meses de vivir sin un auto propio... ya veremos cuánto más durará :)