Wednesday, June 30, 2010

Otra del folklore mexicano

En México, el peatón NO es primero. De hecho, ni siquiera es.

Pero no entremos en disertaciones filosóficas. Mi queja, en concreto, es la siguiente:

Cada mañana y cada noche debo atravesar a pie el cruce de la lateral de Reforma con Burdeos. Cada día me convenzo más de que es una causa perdida. Como peatona, mi deber es esperar. Con suerte, en algún momento los coches dejarán de pasar y podré correr, arriesgando mi vida, al otro lado de la calle, pidiendo a todos los santos que el auto que ya viene a toda velocidad se frene o que mis piernas alcancen la propulsión suficiente para llegar a la acera antes de ser apachurrada. Entonces viene a mi mente ese lindo estribillo que recita "el peatón es primero" y con tal utópica copla sigo mi camino, entre burlona e iracunda por la situación.

Lo mejor del asunto es que, en efecto, me he encontrado con dos conductores que redujeron su velocidad al ver que yo, la pobre peatona, esperaba en la esquina para poder atravesar. En ambas ocasiones, el conductor del vehículo en cuestión me lanzó un piropo naco y luego volvió a acelerar. Ninguno me dio el paso.

1 comment:

Alewee said...

Pues bueno Greta, como te decía (esta es la segunda vez que escribo esto pues el pasado comment se borró y seguramente el resultado no será tan genial como lo era el original), yo también sufro por este tema. El otro día iba cruzando Moliere en dirección a la iglesia de San Ignacio, y me paré para dejar pasar a un coche que dio vuelta a la derecha, sin inmutarse de mi presencia. Su ocupante, una mujer (vieja, fea y naca) en vez de agradecerme el detallazo de dejarla pasar (que ok, más que un detallazo fue resultado de mi instinto de supervivencia), bajó la ventanilla y me gritó: PENDEJA, TENGO EL SIGA! O sea, ¿cómo? ¿pendeja yo por tener el atrevimiento de cruzar cuando ambas teníamos el siga? ¿o ella por desconocer las más básicas normas de vialidad?. Sea como sea, mientras no pongan puentes en cada cruce (cosa que no pasará nunca), continuaremos día a día arriesgando nuestra vida -y dignidad- en el intento.